GRÀCIES, SENYOR; GRÀCIES GERMANS.
El 4 de
enero de 1976, fui ordenado de presbítero en la parroquia “Mare de Déu de
Montserrat”, en el Guinardó de Barcelona. Me administró el Sacramento del
Orden, el entonces Cardenal y Arzobispo, de grata memoria, Mons. Narcís Jubany.
Han
pasado 40 años que agradezco de todo corazón, no diré que no las he pasado
canutas, en algún momento y que no me he equivocado, que lo he hecho, pero os
he de decir que he sido muy feliz porque he podido ejercer y vivir con ilusión y
libertad lo que el Señor quiso para mí. Por eso mi primera acción de gracias es
para Él porque ha contado conmigo, me ha confiado a las personas que su Hijo ha
ido llamando para ser testigos de su amor, de su misericordia y de su
proximidad. Gracias, Señor, tú que lo sabes todo y sabías de mis deficiencias,
me has llamado y me has enviado. Gracias por tu confianza.
Gracias
a mis padres, fueron los que me llevaron a la Iglesia a los 15 días de nacer en mi Galicia
natal para recibir el Bautismo. Con su
ejemplo aprendí a ser
cristiano y las reglas del culto. Después, cuando dije que quería ser cura, me
lo pusieron muy difícil, sobre todo por experiencias vividas durante la guerra;
su negativa me hizo fuerte, me ayudó a discernir, me vinculó más a la Iglesia.
A posteriori reconozco que me hicieron un gran favor, el estudiar Económicas en
los años 60, me abrió los ojos a la realidad, a otras ideas, a las luchas por
construir una sociedad más justa, donde el dinero no sea el objeto de
adoración, sino la persona humana y su justicia. Gracias, padres, Gracias,
Señor, por darme estos padres, seguro que pensaste en lo que debería ser cuando
los escogiste para mí. Confío, Señor, que estén contigo en la gloria. Gracias,
también por mis hermanos y familia. Nuestro pensamiento es diferente, pero se
mantienen en la fe, son luchadores y son fieles a su compromiso matrimonial.
Gracias, porque me ayudan a reflexionar, a pensar, a darme cuenta de lo que
vive y lucha la gente joven. Te ruego que a mi hermana, que llamaste hace 8
años, goce, también, de la bienaventuranza del cielo.
Gracias,
Señor, por las comunidades territoriales donde he sido enviado: Santa Isabel d’Aragó
en el Guinardó; Mare de Déu de le Mercè en Badia del Vallès y, finalmente, en
Sant Miquel de Cornellà. En todas he encontrado personas magníficas, creyentes
que deseaban serlo más, que hacían suya la demanda de los apóstoles. “Señor,
danos más fe”. Con todas ellas he celebrado la fe, hemos reflexionado y,
humildemente creo que, he ayudado a vivir en la Iglesia del Vaticano II. Hemos
trabajado por “conocer a Jesucristo” como centro de nuestra vida y a seguirlo;
hemos trabajado para hacer de nuestras parroquias y comunidades fraternidades
de hermanos, dando cercanía al culto, acercando el Evangelio a nuestra
realidad; descubriendo que no es una teoría o ideología, sino una Persona que
por vivir para hacer la voluntad del Padre, nos puede ayudar a nosotros a mayor
cercanía con Dios, cercanía hasta poder sentirnos de verdad hijos queridos y
anhelados de Dios. La fraternidad ha estado siempre presente, hemos tenido un
gran enemigo, los intereses y motivaciones de parte de la sociedad; ella promociona
el individualismo, el egoísmo y la
necesidad de competir; he constatado, a veces, el temor o el miedo que nos
encierra en casa o en nuestras seguridades y, por ello, no hemos podido avanzar
más.
La
injusticia, la violencia sobre las personas, la pobreza a que son sometidas, la
explotación del capital que se ha ido concretando a lo largo de estos 40 años
en mucho, muchísimo sufrimiento para muchas familias, el paro, la falta de
vivienda con sus consecuencias de degradación y violencia, de desánimo y de no
encontrar sentido a la vida. Badia fue mi gran escuela, pasé de la teoría de
las aulas de Económicas, a la realidad.
¡Cuántas muertes,
Señor, por heroína!¡Cuántas familias destrozadas! ¡Cuánta falta de vivienda! Recuerdo
agradecido aquel campamento de tiendas de campaña en los jardines de la
Iglesia, ¡en una noche cuántas familias se unieron! ¡La necesidad que tuve de
encerrarme, con familias, en pisos
vacios; propiedad a dedo, de los jefes
del ex sindicato vertical y, ante mi presencia, los Secretarios judiciales se
frenaban y, con el tiempo, se los asignaban a aquellos que se habían encerrado.
Los políticos me tentaron, quisieron
que me presentara como alcalde, el Cardenal Jubany, a regañadientes, me
autorizó, pero perdía la responsabilidad parroquial; lo pensé mejor y decidí
dedicarme a trabajar desde la parroquia, dejando la política activa.
Al salir de Badía fui a Madrid a un
“Año pradosiano”. El Padró es una Asociación de sacerdotes que quieren ser
pobres para evangelizar a los pobres. Mi pastoral allí, fue en la cárcel de Alcalá
Meco (sección de jóvenes y mujeres). También allí, el Señor me ayudó a ser
mejor cura, los pasos perdidos con los presos por el patio, el diálogo en sus celdas,
las celebraciones semanales en la capilla; descubrí cómo se daban cuenta del
mal que habían hecho y del sufrimiento que estaban ocasionando a sus familias.
El deseo de salir y de ser diferentes a como habían entrado. Al menos, en
aquellos momentos, la cárcel no ayudaba y me preocupaba que esos deseos los
ahogara, en un plis plas, la calle.
A la vuelta a Barcelona deseaba
volver o continuar en la cárcel y así me lo prometió por carta el Cardenal Carles
(Q.E.D.), pero antes de mi llegada a Barcelona ya había firmado el nombramiento
que me enviaba Sant Miquel de Cornellà. Esta historia y su itinerario ya lo conocéis. Está
presente en vuestras vidas, continuamos, mientras Dios quiera, trabajando
juntos, celebrando juntos, rezando juntos. A una parroquia acuden cristianos
diversos y todos deben ser acogidos. Una parroquia ha de ser comunidad de
comunidades, no comunidad de guetos. Ante el Señor Jesús hemos de poner
nuestras vidas y nuestras ideas para que Él las valore e ilumine y no olvidar
el “amaros unos a otros como yo os he amado” Y tener bien presente cuatro
cosas: 1.- Que no estamos en una comunidad por méritos propios, ni para la auto
promoción, sino porque hemos sido llamados. 2.- No olvidar que no hay mejor
amigo que el que da su vida por sus amigos y, nosotros, sabemos que el mejor
amigo es Jesucristo, Él es nuestro Salvador y nuestro mejor Maestro. 3.- Como
Maestro, nos ha enseñado a orar y el sentido de nuestra vida: Servir, y 4.- Que
la parroquia sólo es propiedad del Señor.
Desde finales de 1996, el Cardenal Carles por
sugerencia de Mons. Joan Carrera (Q.E.P), me envíó a servir a las Hermandades y Cofradías. Campo pastoral
desconocido y que nunca había pensado para
mí y, en algún momento rechazado, pero “Dios escribe recto con renglones
torcidos” y, humildemente pienso que, me
he dejado llevar. Hemos trabajado bien, hemos tranquilizado la situación, hemos
manifestado y hecho realidad que a la Iglesia que camina en Barcelona, estos
creyentes y sus asociaciones las siente como propias. Cuesta cambiar el Chip de
la “supresión” de las procesiones en 1969 a posibilitar procesiones y romerías
en este momento que vivimos. Son momentos diferentes y hemos de potenciar una
pastoral propia, sino los creyentes de nuestra Iglesia buscarán en otras
Diócesis de características y ambientación diferente. Entonces nos quejaremos
del mimetismo, pero no nos implicamos para que no sea así. Me he sentido muy
sólo por parte del clero y he vivido exigencias y generosidad por parte de las
hermandades y cofradías. Hay mucho trabajo a hacer.
El
Señor, me ha ayudado a valorar y servir el Pueblo de Dios en las parroquias,
los barrios, en los movimientos especializados (JOBAC-JOC, ACO), en las
hermandades y las cofradías, en las calles y en el Instituto. Agradezco la
generosidad, servicio y entrega de tantos hermanos y hermanas que se entregan
de corazón y dedican horas y dinero para que las instituciones de Iglesia sean
auténticos testimonio del Jesús Vivo. Y hoy no les es fácil. No deberíamos
poner tantas pegas. Pienso, no de ahora, sino de siempre, que la Iglesia no
tiene suficientemente reflexionado y potenciado el papel de la mujer. Como
simple ejemplo, son ellas las que mantienen, en todos los niveles, las
parroquias, gracias a ellas existen catequesis, son dinámicas y generosas,
siempre dispuestas. Gracias Señor, por cómo nos quieren.
En
todas las parroquias he vivido buenos y malos momentos, algunos los he
relatado; en Sant Miquel he vivido con mis padres cuando la enfermedad no les
permitía valerse por sí mismos y en nuestro templo los hemos despedido cuando
el Señor los llamó a su casa. Os agradezco de corazón la ayuda que me
prestasteis en aquellos momentos duros. Junto a vosotros, en momentos parecidos
para vuestras familias hemos llorado, rezado y proclamado la confianza que
Jesús nos da “el que cree en mí, aunque muera yo lo resucitaré”. Y muchos
creyentes se nos han ido, han entregado su espíritu al Señor que se los dio y
nosotros hemos manifestado nuestro agradecimiento y hemos orado para que el día
que el Señor nos llame estemos dispuestos y nos pueda acoger en la Casa
Paterna. Y no podemos olvidar, ahora que la juventud ha marchado de nuestras
vidas, lo que Jesús dijo a Pedro: “ En verdad, en verdad te digo: cuando
eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo
extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras.” (Jn
21,18). ¿Qué más podemos desear? Servir,
potenciando la fidelidad. ¡Gracias a todos!. ¡Gracias, Señor!
Gregori Manso